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Mi origen - Sobre el Autor - Parte II

En la primera parte de El Origen del Autor de este Blog escribí sobre recuerdos nostálgicos de mi infancia hasta el primer encuentro que recuerdo con La Biblia católica. Eso fue antes de efectuar mi primera comunión.

Recuerdo ciertas oportunidades en las cuales mis padres me tomaban de la mano y me obligaban a vestir mis mejores ropas para ir a la iglesia local. Yo quería como todo niño quedarme en casa a jugar o ver tele, a efectuar alguna actividad menos aburrida. Sin embargo me sometían a ir a misa, a vestir bien y por supuesto mantenerme en silencio durante una hora de mi existencia a escuchar la palabra de Dios transmitida por su sacerdote. ¡Las horas más aburridas de mi niñez las pase en una iglesia!

Como todo ritual en la secta católica, ya mi familia sin mi consentimiento a etapas tempranas de mi niñez me había bautizado en la iglesia local, recuerdo a mi madre orgullosa mostrarme muchas veces el documento de color amarillo de La Fe de Bautismo. Hoy en día esos recuerdos los tomo con suma simpatía y los atesoro como algo que dejo en mi formación: el gran aprecio por mi familia y los valores que ellos inculcaron en mi persona.

Imagen con fines ilustrativos

Era una tarde soleada en la que mi madre me tomo de la mano y caminamos a la casa cural para inscribirme en el curso de Primera Comunión. En aquella época se hacia el curso en un año y no toma 2 o 3 años como ahora; fue la primera vez que se me dio La Biblia. Ese enorme libro pesado para mi edad y que decía “La palabra de Dios”. El cura me dijo que en ese libro podía encontrar muchas historias de como Dios  le hablaba a los seres humanos, de su hijo Jesús, de María su madre, de las enseñanzas de Jesús Cristo, sobre la creación del mundo, el universo y los animales; y por supuesto eso hizo que mis ojos brillaran de emoción porque ansiaba con todas mis fuerzas ese tipo de información para obtener las respuestas a las cientos de dudas y cuestionamientos que en mi pequeño mundo tenía.


Esa tarde las manos me sudaban de la emoción, quería ya de una vez por todas llegar a mi hogar a sentarme a leer y adquirir conocimiento. A explorar sobre como Dios creo al mundo y sobre las enseñanzas de su hijo Jesús. Fue así como por primera vez dentro de las muchas tardes que pasaba al frente del televisor, que por primera vez deje de ver la tele y me dedique a la lectura de “La palabra de Dios” cómodamente sentado en el sillón de la sala.

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