En la primera parte de El Origen del Autor de este Blog escribí sobre recuerdos nostálgicos
de mi infancia hasta el primer encuentro que recuerdo con La Biblia católica. Eso fue antes de efectuar mi
primera comunión.
Recuerdo ciertas oportunidades en las cuales
mis padres me tomaban de la mano y me obligaban a vestir mis mejores ropas para ir a la iglesia
local. Yo quería como todo niño quedarme en casa a jugar o ver tele, a efectuar alguna actividad menos aburrida. Sin
embargo me sometían a ir a misa, a vestir bien y por supuesto mantenerme en silencio durante una hora
de mi existencia a escuchar la palabra de Dios transmitida por su sacerdote. ¡Las
horas más aburridas de mi niñez las pase en una iglesia!
Como todo ritual
en la secta católica, ya mi familia
sin mi consentimiento a etapas tempranas de mi niñez me había bautizado en la
iglesia local, recuerdo a mi madre orgullosa mostrarme muchas veces el
documento de color amarillo de La Fe de
Bautismo. Hoy en día esos recuerdos los tomo con suma simpatía y los
atesoro como algo que dejo en mi formación: el gran aprecio por mi familia y
los valores que ellos inculcaron en mi persona.
Imagen con fines ilustrativos
Era una tarde soleada en la que mi madre me tomo de la mano y
caminamos a la casa cural para
inscribirme en el curso de Primera
Comunión. En aquella época se hacia el curso en un año y no toma 2 o 3 años
como ahora; fue la primera vez que se me dio La Biblia. Ese enorme libro pesado para mi edad y que decía “La
palabra de Dios”. El cura me dijo que en ese libro podía encontrar
muchas historias de como Dios le hablaba a los seres humanos, de su hijo Jesús, de María su madre, de las enseñanzas de Jesús Cristo, sobre la creación del mundo, el universo y los
animales; y por supuesto eso hizo que mis ojos brillaran de emoción porque ansiaba con todas mis fuerzas ese tipo
de información para obtener las respuestas a las cientos de dudas y
cuestionamientos que en mi pequeño mundo tenía.
Esa tarde las manos me sudaban de la emoción, quería
ya de una vez por todas llegar a mi hogar a sentarme a leer y adquirir
conocimiento. A explorar sobre como Dios creo al mundo y sobre las enseñanzas
de su hijo Jesús. Fue así como por primera vez dentro de las muchas tardes que
pasaba al frente del televisor, que por primera vez deje de ver la tele y me
dedique a la lectura de “La palabra de Dios” cómodamente sentado en el sillón de
la sala.
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